domingo, 26 de julio de 2015

PROVENZA, segundo día (Segunda parte): Gordes y Abadía de Senanque

Llegamos a la hora de comer a Gordes que, como dije en la anterior entrada, está considerado como uno de los pueblos más bonitos de Francia. Las vistas que ofrece desde la carretera de entrada son impresionantes y no puedes dejar de pararte un momento en cualquier rinconcito para tomar una instantanea. Con el calor que hacia, todos nuestros pensamientos iban dirigidos a las piscinas que se ven en la parte inferior derecha de la imagen, qué lujo darse un bañito con esas vistas!!


Una vez aparcamos la moto cerca de la plaza principal, empezamos a callejear por las empinadas cuestas y vamos descubriendo rincones con mucho encanto, pequeños restaurantes con terrazas que parecen sacadas de un cuento y tiendecitas con productos típicos de la zona con una pinta exquisita. Subimos y bajamos por las callejuelas estrechas hasta que encontramos un pequeño restaurante con comida para llevar. Hemos tenido muchos gastos estos dos días así que ese día toca comer barato, una hamburguesa con patatas y bebida, eso sí, con unas vistas privilegiadas!

Los edificios que predominan en esta pequeña localidad, son la iglesia y su castillo. Este último fue reconstruido en 1525 aunque ya se tiene constancia de su existencia en el año 1031. Su estilo arquitectonico reúne las formas de la época medieval y las nuevas que se crearían en el Renacimiento. 


Mientras seguimos paseando por este pueblo que nos transporta a la época medieval gracias a los materiales y el color de las casas que lo forman, descubrimos una tienda con una bodega subterranea dónde se conservaban los vinos que vendimiaba la familia. Con el calor que hace fuera se agradece bastante el fresquito que hay en la bodega!


Una vez creemos que ya hemos recorrido el pueblo entero, nos subimos en la moto y nos dirigimos a la Abadía de Senanque, a penas a un par de kilometros de Gordes. Las fotos que había visto por internet me resultaron preciosas pero es que verla en directo es una auténtica pasada. Ubicada en un valle, la abadía está presidida por un gran campo de lavanda, que en esta época del año da al lugar a una explosión de color.

Apenados porque se hacía la hora de volver a casa, cogimos la moto y nos dirigimos por las carreteras llenas de curvas que bordean esos montes, hacía Avignon, para allí coger la autopista que nos llevaría de nuevo a casa. Eso sí, desde las afueras vimos el espectacular Castillo de los Papas de Avignon y supimos que muy pronto tendríamos que volver a esa región, ya que tiene muchas cosas que ofrecer y lo poco que habíamos visto nos había encantado.

Besos de Dani y Cris!

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